Ayer, al hablar ante miembros de la CEPAL y empresarios, el presidente Enrique Peña Nieto se refirió a la violencia que vive México con apenas unas cuantas frases someras, simplonas.
Como sabemos, y como el mismo gobierno federal ha expresado, el jefe del Ejecutivo ha decidido, por estrategia, no hablar de seguridad y violencia.
Pero mientras Peña Nieto mantiene su cómoda posición, el Estado de México, donde nació y en donde se hizo candidato presidencial, vive escenas de terror.
No sólo son los municipios periféricos; en la capital,Toluca, se reportan asaltos, violaciones, asesinatos.
Y en el colofón de todo esto, ajusticiamientos masivos.
Pareciera como si al Edomex le hubiera caído la maldición que sufrió el mismo Felipe Calderón: entre más mano metió a Michoacán, más mal le fue.
El tema es que el silencio del Presidente va acompañado con muertos.
El tema es que su cómoda ambigüedad en los asuntos de seguridad transitan mientras miles de familias mexicanas siguen buscando a sus desaparecidos y otras van de dependencia en dependencia demandando justicia.
El tema es que mientras el jefe del Ejecutivo evade dar respuestas, los casos de abusos de militares brotan cuando todavía no se resuelven los que dejó el sexenio de Calderón.
Da la impresión de que más que evadir el tema de la violencia por razones estratégicas, simplemente no se tiene una solución.
Ayer también, Human Rights Watch decía que Peña Nieto decidió caminar sobre el discurso terso de los temas económicos sin dar respuestas a casos como las violaciones de derechos humanos cometidas por fuerzas federales.
Oportuno. El silencio podrá ser muy cómodo para Peña Nieto, pero no lo es para los ciudadanos.
La emergencia que vive el país exigiría un poco más de compromiso del hombre a cargo de la oficina más codiciada de México. Van 72 muertos en lo que va de este año, solo en el estado que vio nacer al actual Mandatario Federal.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX