Tanto lo ocultaron
Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
El esfuerzo realizado por los gobiernos de México y Estados Unidos para ocultar los propósitos reales de la guerra mexicana contra los barones de la droga, resultó insuficiente, porque los acuerdos diplomáticos se establecieron en condiciones precarias para los mexicanos, y también debido a que los “acuerdos” o convenios discrecionales acordados con los delincuentes, se pactaron entre personas sin honor, prontos a la delación o a la venta de información, en la idea de conservar la libertad y la vida.
La secrecía tiene deficiencias particularmente entre los prelados, personajes especializados en tejer finas intrigas políticas y pactar incluso con el mal, con tal de obtener algún beneficio. No olvidemos que a fines de 1993 los hermanos Benjamín y Ramón Arellano fueron a la Nunciatura, para contarle a Jerónimo Prigione los pormenores de la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; allí también se pactó un encuentro con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, para incluirlo en el secreto.
No debe sorprender, entonces, que poco a poco se conozcan los detalles de lo acordado diplomáticamente por el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, de primera intención con George W. Bush, después ratificado con Hillary Clinton para servir a los intereses representados, de momento, por Barack Obama. Lo narrado por El Vicentillo a una Corte de Illinois, la entrega de las armas del operativo Rápido y Furioso a Joaquín El Chapo Guzmán, entre otros hechos, no hacen sino confirmar que lo oculto detrás de la Iniciativa Mérida, va más allá de lo que en un momento se creyó calca del Plan Colombia. Rompe toda dignidad.
Por lo pronto, hay muchos años de distancia entre el inicio de uno y otro acuerdo “diplomático”, como también hay muchos kilómetros entre Bogotá y el Distrito Federal, que está más cerca de Washington por razones de estrategia geopolítica, de seguridad nacional, pues México y Estados Unidos comparten tres mil kilómetros de frontera, a diferencia de Colombia, lo que da características especiales al contexto en que se desenvuelven las relaciones, se establecen los requerimientos de buena vecindad que la Casa Blanca exige a Los Pinos.
Los resultados están a la vista. El gobierno mexicano ha cumplido tan bien su compromiso de celoso guardián de la frontera sur de Estados Unidos, que la migración centroamericana de tránsito irregular que ingresa a México con el propósito de llegar al mercado de trabajo -legal o ilegal- estadounidense, se redujo un 70 por ciento entre 2005 y 2010, de acuerdo a lo informado por el Centro de Estudios Migratorios del Instituto Nacional de Migración (INM).
Circula un documento titulado Apuntes sobre migración número uno, en el que como opinión del INM se puede leer que ese descenso se debe, entre muy diversos factores, en buena medida a la crisis económica de Estados Unidos, el mayor control migratorio por parte de ese país en su frontera sur y en el interior de su territorio, pero sobre todo a la violencia padecida en el territorio mexicano, que para esos migrantes se traduce en fosas clandestinas. Pareciera que la tarea de las incontrolables fuerzas que se mueven en territorio mexicano, es detener el flujo migratorio de centro y sudamericanos a territorio estadounidense, a la manera en que lo hace Marruecos para servir a los españoles.
Por tanto, que The New York Times dé a conocer -lo que a todas luces es una filtración- que agentes de la CIA, civiles del Pentágono, militares retirados y agentes de la DEA están operando en México, para que Washington amplíe su intervención directa en la guerra antinarcóticos.
¡Vaya cachaza! la de los estadounidenses, ¿cuál intervención directa? Los muertos continúan siendo casi exclusivamente mexicanos -salvo los centroamericanos que se necesita contener-; los funcionarios ”gringos” que ya están en territorio de este país, tienen como función supervisar que los oriundos de México hagan buen uso de la información recibida, no la trafiquen sin su conocimiento y aprobación, y no reciban el dinero que a ellos corresponde -pues ese es el pleito, el dinero-.
Dice la información del diario neoyorquino, que los estrategas de seguridad nacional consideran la posibilidad de emplear contratistas de seguridad privados, con iniciativas diseñadas para evadir leyes mexicanas que limitan la presencia de fuerzas de seguridad extranjeras en el país, para operar tal como lo hicieron los de Halliburton en Irak.
Dan por hecho que los oficiales del gobierno estadounidense comenzaron a trabajar en una base militar en el norte de México, donde por primera vez oficiales de seguridad de ambos países colaboran conjuntamente en recaudar información y planear operaciones; los contratistas privados serían insertados dentro de una unidad policiaca antinarcóticos mexicana. El diario estadounidense dice que estas decisiones fueron tomadas por autoridades de las dos naciones, de tal manera que evadirán las restricciones de las leyes mexicanas que prohíben a militares y policías extranjeros operar en territorio nacional.
En cuanto al boletín de Alejandro Poiré, una apostilla dictada por mi Demonio de Sócrates, quien sostiene que un gobierno que utiliza palabras o pensamientos que están muy por encima de él desacredita las ideas y se vuelve él mismo ridículo, en vez de obtener cierto consenso.
… Nos separan, principalmente, cuatro obstáculos de una civilización susceptible de tener algún valor. Nuestra falsa concepción de la grandeza; la degradación del sentimiento de justicia; nuestra idolatría del dinero y la pérdida de una idea concreta de patria, incluido el mito fundacional.
Me queda una percepción de la realidad: los acuerdos diplomáticos establecidos entre México y Estados Unidos en los que se sustenta la Iniciativa Mérida, son una complicidad, de ninguna manera una solución.
El esfuerzo realizado por los gobiernos de México y Estados Unidos para ocultar los propósitos reales de la guerra mexicana contra los barones de la droga, resultó insuficiente, porque los acuerdos diplomáticos se establecieron en condiciones precarias para los mexicanos, y también debido a que los “acuerdos” o convenios discrecionales acordados con los delincuentes, se pactaron entre personas sin honor, prontos a la delación o a la venta de información, en la idea de conservar la libertad y la vida.
La secrecía tiene deficiencias particularmente entre los prelados, personajes especializados en tejer finas intrigas políticas y pactar incluso con el mal, con tal de obtener algún beneficio. No olvidemos que a fines de 1993 los hermanos Benjamín y Ramón Arellano fueron a la Nunciatura, para contarle a Jerónimo Prigione los pormenores de la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; allí también se pactó un encuentro con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, para incluirlo en el secreto.
No debe sorprender, entonces, que poco a poco se conozcan los detalles de lo acordado diplomáticamente por el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, de primera intención con George W. Bush, después ratificado con Hillary Clinton para servir a los intereses representados, de momento, por Barack Obama. Lo narrado por El Vicentillo a una Corte de Illinois, la entrega de las armas del operativo Rápido y Furioso a Joaquín El Chapo Guzmán, entre otros hechos, no hacen sino confirmar que lo oculto detrás de la Iniciativa Mérida, va más allá de lo que en un momento se creyó calca del Plan Colombia. Rompe toda dignidad.
Por lo pronto, hay muchos años de distancia entre el inicio de uno y otro acuerdo “diplomático”, como también hay muchos kilómetros entre Bogotá y el Distrito Federal, que está más cerca de Washington por razones de estrategia geopolítica, de seguridad nacional, pues México y Estados Unidos comparten tres mil kilómetros de frontera, a diferencia de Colombia, lo que da características especiales al contexto en que se desenvuelven las relaciones, se establecen los requerimientos de buena vecindad que la Casa Blanca exige a Los Pinos.
Los resultados están a la vista. El gobierno mexicano ha cumplido tan bien su compromiso de celoso guardián de la frontera sur de Estados Unidos, que la migración centroamericana de tránsito irregular que ingresa a México con el propósito de llegar al mercado de trabajo -legal o ilegal- estadounidense, se redujo un 70 por ciento entre 2005 y 2010, de acuerdo a lo informado por el Centro de Estudios Migratorios del Instituto Nacional de Migración (INM).
Circula un documento titulado Apuntes sobre migración número uno, en el que como opinión del INM se puede leer que ese descenso se debe, entre muy diversos factores, en buena medida a la crisis económica de Estados Unidos, el mayor control migratorio por parte de ese país en su frontera sur y en el interior de su territorio, pero sobre todo a la violencia padecida en el territorio mexicano, que para esos migrantes se traduce en fosas clandestinas. Pareciera que la tarea de las incontrolables fuerzas que se mueven en territorio mexicano, es detener el flujo migratorio de centro y sudamericanos a territorio estadounidense, a la manera en que lo hace Marruecos para servir a los españoles.
Por tanto, que The New York Times dé a conocer -lo que a todas luces es una filtración- que agentes de la CIA, civiles del Pentágono, militares retirados y agentes de la DEA están operando en México, para que Washington amplíe su intervención directa en la guerra antinarcóticos.
¡Vaya cachaza! la de los estadounidenses, ¿cuál intervención directa? Los muertos continúan siendo casi exclusivamente mexicanos -salvo los centroamericanos que se necesita contener-; los funcionarios ”gringos” que ya están en territorio de este país, tienen como función supervisar que los oriundos de México hagan buen uso de la información recibida, no la trafiquen sin su conocimiento y aprobación, y no reciban el dinero que a ellos corresponde -pues ese es el pleito, el dinero-.
Dice la información del diario neoyorquino, que los estrategas de seguridad nacional consideran la posibilidad de emplear contratistas de seguridad privados, con iniciativas diseñadas para evadir leyes mexicanas que limitan la presencia de fuerzas de seguridad extranjeras en el país, para operar tal como lo hicieron los de Halliburton en Irak.
Dan por hecho que los oficiales del gobierno estadounidense comenzaron a trabajar en una base militar en el norte de México, donde por primera vez oficiales de seguridad de ambos países colaboran conjuntamente en recaudar información y planear operaciones; los contratistas privados serían insertados dentro de una unidad policiaca antinarcóticos mexicana. El diario estadounidense dice que estas decisiones fueron tomadas por autoridades de las dos naciones, de tal manera que evadirán las restricciones de las leyes mexicanas que prohíben a militares y policías extranjeros operar en territorio nacional.
En cuanto al boletín de Alejandro Poiré, una apostilla dictada por mi Demonio de Sócrates, quien sostiene que un gobierno que utiliza palabras o pensamientos que están muy por encima de él desacredita las ideas y se vuelve él mismo ridículo, en vez de obtener cierto consenso.
… Nos separan, principalmente, cuatro obstáculos de una civilización susceptible de tener algún valor. Nuestra falsa concepción de la grandeza; la degradación del sentimiento de justicia; nuestra idolatría del dinero y la pérdida de una idea concreta de patria, incluido el mito fundacional.
Me queda una percepción de la realidad: los acuerdos diplomáticos establecidos entre México y Estados Unidos en los que se sustenta la Iniciativa Mérida, son una complicidad, de ninguna manera una solución.