UNA MALA NOVELA DE ESPÍAS Y NARCOS
“(…) porque la gente que está en ese negocio está dispuesta a realizar una actividad criminal a cambio del dinero”, le instruyó el presunto funcionario de Irán identificado como “Iranian Official #1” y que también es primo de Arbabsiar.
De acuerdo al expediente, esta información fue corroborada por el gobierno de Estados Unidos (EU), no sólo con base en sus propias investigaciones, sino a través de grabaciones y la declaración que hizo Manssor.
Arbabsiar contactó en México a quien él creyó que era integrante de un poderoso cártel mexicano de la droga, aunque, como ya lo hizo público el gobierno de EU el martes pasado, en realidad era un informante a sueldo de agencias estadounidenses.
Confiado en que era un asesino –gracias a la terrible fama que se han ganado los narcos mexicanos en el mundo–, Arbabsiar le encargó asesinar al embajador Al-Jubeir.
Éstos son parte de los estrambóticos diálogos –que parecen sacados de una mala novela de espías– que sostuvieron el presunto terrorista y el narcoinformante mexicano en uno de sus encuentros. Todas las conversaciones fueron grabadas por el gobierno de EU.
—Voy a hacerlo volar o dispararle, lo que ustedes quieran —dijo complaciente y flexible el narcoinformante en una conversación sostenida con Arbabsiar el 17 de julio pasado.
—Sí, no importa, lo que sea fácil para ti… como sea posible para ti —respondió el presunto terrorista.
—Pero habrá como cien o ciento cincuenta personas en el restaurante… —dijo el narcoinformante refiriéndose al lugar en donde iba a matar al embajador Al-Jubeir en Washington.
—Y los edificios al lado…, y los senadores —añadió, refiriéndose a los senadores que suelen ir a cenar al restaurante donde planeaban realizar el atentado.
—No hay problema, no es gran cosa —respondió Arbabsiar.
Según The New York Times, Arbabsiar es un hombre despistado que siempre pierde sus llaves y el celular, y esta descripción es lo único que puede explicar la burda historia de un terrorista amateur.
Éstos son los detalles del complot descubierto por el gobierno de Estados Unidos y orquestado en México.
Un complot inverosímil e hilarante que tiene en alerta roja a EU porque un supuesto grupo de terroristas busca vincularse con los cárteles de la droga mexicanos.
CAPÍTULO I
EL PRIMER ENCUENTRO
El presunto terrorista Manssor Arbabsiar, cuya seña particular, según The New York Times, es una enorme cicatriz en el rostro, se reunió por primera vez con el falso narcotraficante el 24 de mayo de 2011 en territorio mexicano. Arbabsiar viajó de Texas a México.
El supuesto narco mexicano tenía cargos en EU por tráfico de droga, pero a cambio de su cooperación en varias operaciones, el gobierno estadounidense retiró las acusaciones y lo contrató como informante a sueldo.
En el expediente penal no se especifica a qué cartel fingió que pertenecía, aunque algunos medios de comunicación de EU especulan que trabajaba para Los Zetas.
Nadie explica cómo, entre tantos narcotraficantes que hay en México, Arbabsiar encontró al narcoinformante. Pero en el expediente judicial se afirma que el iraní lo explicó con todo detalle.
En esa primera reunión, el supuesto terrorista fue al grano, le preguntó al narcoinformante mexicano si sabía manejar explosivos.
Sin más, le explicó que estaba interesado, “entre otras cosas”, en atacar la Embajada de Arabia Saudita.
Arbabsiar tiene doble nacionalidad, estadounidense e iraní. Se señala que fue reclutado por su primo para planear el asesinato del embajador de Arabia Saudita en EU.
Dicho familiar es un presunto general del ejército de Irán que trabaja para el gobierno de ese país en operaciones internacionales.
El gobierno de EU identifica a Gholam Shakuri como miembro de un cuerpo del ejército iraní conocido como “Qods Force”.
IRGC (Iranian Revolutionary Guard Cops) es un brazo del ejercito de Irán, señala el informe rendido por el agente del FBI encargado del caso, y es “sospechoso” de estar involucrado en varias operaciones en el extranjero.
“IRGC está compuesto por varias ramas, una de ellas es Qods Force. Qods Force coordina operaciones encubiertas sensibles en el extranjero, incluyendo ataques terroristas, asesinatos, secuestros, y provee armas y entrenamiento a terroristas iraníes y simpatizantes”, se afirma en la acusación penal.
Y se señala que de acuerdo a información oficial, el Departamento del Tesoro de EU había iniciado la búsqueda de Qods Force, con la orden ejecutiva número 13224, “por proveer material de soporte al Talibán y otras organizaciones terroristas”.
Para seguir con la trama, el narcoinformante mexicano le respondió a Arbabsiar que conocía el manejo del explosivo C-4, un material plástico que fácilmente se moldea y tiene “cierto grado de precisión”.
CAPÍTULO 2
1.5 MILLONES DE PESOS POR EL SAUDÍ
El segundo encuentro entre el presunto terrorista y el falso narco fue el 23 de junio de 2011.
En una serie de reuniones, Arbabsiar le dijo al supuesto narcotraficante que sus cómplices en Irán habían discutido sobre diversas misiones violentas que pensaban encargarle. Una de ellas era asesinar al embajador Al-Jubeir.
Pocos días después, ocurrió el tercer encuentro en territorio mexicano. Fue el 14 de julio.
De acuerdo a la información obtenida, se afirma que por instrucciones de funcionarios del gobierno de EU, a quienes el falso narco había informado lo que estaba ocurriendo, el narcoinformante comenzó a grabar las conversaciones que tenía con el presunto terrorista.
Llama la atención que un hombre relacionado con fuerzas tan sofisticadas como el Qods Force no se hubiera percatado de la trampa.
Según el contenido de las grabaciones que obran en el expediente penal, el narcoinformante mexicano le dijo al presunto terrorista que por lo menos iba a necesitar cuatro hombres para ejecutar el atentado.
Además, le informó que le iba a cobrar 1.5 millones de pesos por el trabajo. Una ganga por ejecutar a un embajador.
—Iré adelante y trabajaré en el saudita, y consigue toda la información que podamos —dijo el falso narco mexicano.
Después comenzaron a negociar el pago. El terrorista le preguntó que en qué banco quería el depósito, y el narcoinformante le dijo que después le daría el número de cuenta.
Arbabsiar le dijo que por el dinero no se preocupara, que no era un asunto personal, que el homicidio del embajador de Arabia Saudita era una cuestión política.
“El dinero está en Irán”, le explicó.
Durante ese encuentro, el descuidado Arbabsiar habló por teléfono con su primo, el militar iraní, para negociar el pago al falso narcotraficante mexicano.
En voz alta acordó que el primer pago sería de 100 mil dólares. El resto se le daría posteriormente.
El narcoinformante le preguntó a Arbabsiar por su primo. El aprendiz de terrorista le comentó que había salido en CNN en un programa llamado “Wanted in America”, y que era un “gran general en el ejército”.
Agregó que su primo trabajaba en otros países para el ejército de Irán, que no usaba pistola ni uniforme, y que estaba relacionado con ciertos actos vinculados a un bombazo en Iraq.
Las dos partes acordaron que el asesinato del embajador sería la primera encomienda.
CAPÍTULO 3
‘¿LO HAGO VOLAR O LE DISPARO?’
El 17 de julio de 2011, Arbabsiar se reunió por cuarta vez en México con el narcoinformante. En el expediente penal quedó asentado que ese encuentro también fue grabado.
—Mi muchacho está allá… él ya está en Washington —dijo el falso narco para ganar credibilidad mientras sacaba su computadora.
—Tengo esto en mi computadora, ¿es el sujeto que está aquí?
—¡Sí! Es él —respondió Arbabsiar.
El falso narcotraficante mexicano le dijo al presunto terrorista que ya había comenzado a investigar al diplomático árabe.
—Tiene como de siete a ocho personas de seguridad alrededor… él sale a comer como un par de veces a la semana a un restaurante, mi gente ya está allá haciendo la vigilancia.
Y, pensativo, añadió:
—No sé exactamente qué quiere tu primo que haga.
—Él quiere que mates al tipo.
—Va a haber gente americana en el restaurante. ¿Quieres que lo haga afuera o dentro del restaurante?
—No importa cómo lo hagas. Quiero decir, tú sabes, no tienes opción, ¿cierto?
En otro momento de esa plática, volvieron a hablar sobre la forma de asesinar a Al-Jubeir.
—Ellos quieren al tipo muerto, si cientos se van con él, ¡que se jodan! —señaló Arbabsiar.
—Voy a hacerlo volar o a dispararle, lo que ustedes quieran.
—Sí, eso no importa, lo que sea fácil para… como sea posible para ti.
Y continuó.
—Pégale en el restaurante, si puedes pegarle afuera, hazlo. Si no, pégale en el restaurante, está bien.
—Habrá como cien o ciento cincuenta (personas)… edificios al lado y senadores (que acostumbran cenar en el lugar) —dijo el falso narcotraficante.
—No hay problema, no es gran asunto.
El narcoinformante le dijo que necesitaba que el pago estuviera garantizado. Arbabsiar le aclaró que por el dinero no se preocupara, que no era un asunto personal, sino político.
—Esto es político, así que esta gente (sus cómplices en Irán)… va a pagar el gobierno, el gobierno está detrás de él —dijo Arbabsiar refiriéndose a su primo, el militar iraní.
—Él no va a pagar de su bolsillo.
Arbabsiar, quien por lo visto ya se sentía en confianza con el seudonarco, le contó que su primo y un amigo de su primo, Gholam Shakuri, habían pagado sus gastos para viajar a México y organizar el asesinato del embajador.
Arbabsiar salió de México el 23 de julio de 2011.
Y el 1 de agosto llegó el primer pago para el falso asesino a sueldo. Fueron 49 mil 960 dólares provenientes de una entidad extranjera, a través de un banco localizado en otro país, para depositar en una cuenta ubicada en un banco de Manhattan.
CAPÍTULO 4
‘EL CHEVROLET ESTÁ LISTO’
A principios de agosto de 2011, el narcotraficante llamó al presunto terrorista para preguntarle si ya estaba listo el segundo pago.
—Lo envié ayer —respondió Arbabsiar.
El depósito de otros 49 mil 960 dólares se hizo el 9 de agosto de 2011. Del mismo modo y a la misma cuenta de Nueva York.
A principios de septiembre, Arbabsiar habló por teléfono con el supuesto narcotraficante mexicano, conversación que fue grabada.
—¿El edificio está siendo pintado? —preguntó en clave al falso asesino a sueldo, refiriéndose a cómo iba la organización de la ejecución del embajador de Arabia Saudita en EU.
—Seguimos haciendo eso —respondió el narco impostor.
Arbabsiar le dijo que una vez que terminara ese trabajo, no tendría que preocuparse por nada, que él y sus cómplices le encargarían otros.
Al día siguiente, volvieron a hablar por teléfono. Arbabsiar le prometió que habría un pago extra una vez que estuviera muerto Al-Jubeir.
El 20 de septiembre, en una conversación grabada por el gobierno de EU, el narcoinformante le dijo al terrorista que estaba listo para matar al embajador.
—Estoy listo para… para la cosa, para la casa, hombre, para pintarla, pero necesito la otra mitad para poder terminar el trabajo.
—Yo voy a estar por allá en dos o tres días, voy a estar por allá… no esperes por mí, estate listo.
El 28 de septiembre fue el último día que Arbabsiar intentó ingresar a México, pero le fue negada la entrada y fue enviado al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, de Nueva York.
Ahí fue detenido luego de cinco meses de orquestar un peculiar complot para asesinar al embajador de Arabia Saudita en EU.
Ya no pudo cumplir su itinerario original: viajar a México a hablar con quien creía que era un narcotraficante y luego volar de regreso a Irán.
Varias horas después de su detención, Arbabsiar confesó todo al gobierno de Estados Unidos, y días después permitió que fuera grabada una conversación que sostuvo con uno de los autores intelectuales del atentado: Gholam Shakuri.
Arbabsiar, quien vivía en EU y presuntamente conocía a narcos mexicanos, declaró que a principios de la primavera de 2011, su primo lo invitó a trabajar para él. Su pariente, dijo, era un alto miembro del ejército iraní y formaba parte de Qods Force.
Fue justamente ese presunto funcionario de Irán quien le dijo a Arbabsiar que debía contratar a un narcotraficante de México para secuestrar al embajador de Arabia Saudita. Ése era el plan inicial.
“Porque la gente en ese negocio está dispuesta a cometer otras actividades criminales a cambio de dinero”, le dijo su primo.
A través de ese militar iraní, Arbabsiar conoció a Gholam Shakuri. Y se menciona en los documentos oficiales que hay un tercer funcionario de Irán involucrado en el presunto complot.
Un iraní de nacionalidad estadounidense encendió la señal alerta al revelarse un presunto complot para asesinar al embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos. Quien fue contratado para consumar el crimen es un presunto líder de Los Zetas que finalmente resultó ser un informante a sueldo del gobierno norteamericano. Conoce en Reporte Indigo los documentos que exhiben a “los terroristas Zetas”.
Reporte Indigo obtuvo información oficial del expediente que conforma la acusación penal contra los presuntos terroristas iraníes Manssor Arbabsiar y Gholam Shakuri, quienes son acusados de planear el asesinato del embajador de Arabia Saudita Adel Al-Jubeir.
La información revela que por órdenes de Shakuri –identificado como integrante de un grupo militar iraní llamado “Qods Force”, el cual está relacionado con acciones terroristas y el Talibán–, Arbabsiar estuvo varias veces en territorio mexicano para planear el atentado.
Según el expediente, Arbabsiar entró y salió de México en cinco ocasiones entre mayo y septiembre de 2011.
El presunto funcionario iraní que lo contrató para planear el atentado, y que según el expediente es un alto militar del ejército iraní, le dijo que buscara a alguien entre los narcotraficantes mexicanos que conocía.
“(…) porque la gente que está en ese negocio está dispuesta a realizar una actividad criminal a cambio del dinero”, le instruyó el presunto funcionario de Irán identificado como “Iranian Official #1” y que también es primo de Arbabsiar.
De acuerdo al expediente, esta información fue corroborada por el gobierno de Estados Unidos (EU), no sólo con base en sus propias investigaciones, sino a través de grabaciones y la declaración que hizo Manssor.
Arbabsiar contactó en México a quien él creyó que era integrante de un poderoso cártel mexicano de la droga, aunque, como ya lo hizo público el gobierno de EU el martes pasado, en realidad era un informante a sueldo de agencias estadounidenses.
Confiado en que era un asesino –gracias a la terrible fama que se han ganado los narcos mexicanos en el mundo–, Arbabsiar le encargó asesinar al embajador Al-Jubeir.
Éstos son parte de los estrambóticos diálogos –que parecen sacados de una mala novela de espías– que sostuvieron el presunto terrorista y el narcoinformante mexicano en uno de sus encuentros. Todas las conversaciones fueron grabadas por el gobierno de EU.
—Voy a hacerlo volar o dispararle, lo que ustedes quieran —dijo complaciente y flexible el narcoinformante en una conversación sostenida con Arbabsiar el 17 de julio pasado.
—Sí, no importa, lo que sea fácil para ti… como sea posible para ti —respondió el presunto terrorista.
—Pero habrá como cien o ciento cincuenta personas en el restaurante… —dijo el narcoinformante refiriéndose al lugar en donde iba a matar al embajador Al-Jubeir en Washington.
—Y los edificios al lado…, y los senadores —añadió, refiriéndose a los senadores que suelen ir a cenar al restaurante donde planeaban realizar el atentado.
—No hay problema, no es gran cosa —respondió Arbabsiar.
Según The New York Times, Arbabsiar es un hombre despistado que siempre pierde sus llaves y el celular, y esta descripción es lo único que puede explicar la burda historia de un terrorista amateur.
Éstos son los detalles del complot descubierto por el gobierno de Estados Unidos y orquestado en México.
Un complot inverosímil e hilarante que tiene en alerta roja a EU porque un supuesto grupo de terroristas busca vincularse con los cárteles de la droga mexicanos.
CAPÍTULO I
EL PRIMER ENCUENTRO
El presunto terrorista Manssor Arbabsiar, cuya seña particular, según The New York Times, es una enorme cicatriz en el rostro, se reunió por primera vez con el falso narcotraficante el 24 de mayo de 2011 en territorio mexicano. Arbabsiar viajó de Texas a México.
El supuesto narco mexicano tenía cargos en EU por tráfico de droga, pero a cambio de su cooperación en varias operaciones, el gobierno estadounidense retiró las acusaciones y lo contrató como informante a sueldo.
En el expediente penal no se especifica a qué cartel fingió que pertenecía, aunque algunos medios de comunicación de EU especulan que trabajaba para Los Zetas.
Nadie explica cómo, entre tantos narcotraficantes que hay en México, Arbabsiar encontró al narcoinformante. Pero en el expediente judicial se afirma que el iraní lo explicó con todo detalle.
En esa primera reunión, el supuesto terrorista fue al grano, le preguntó al narcoinformante mexicano si sabía manejar explosivos.
Sin más, le explicó que estaba interesado, “entre otras cosas”, en atacar la Embajada de Arabia Saudita.
Arbabsiar tiene doble nacionalidad, estadounidense e iraní. Se señala que fue reclutado por su primo para planear el asesinato del embajador de Arabia Saudita en EU.
Dicho familiar es un presunto general del ejército de Irán que trabaja para el gobierno de ese país en operaciones internacionales.
El gobierno de EU identifica a Gholam Shakuri como miembro de un cuerpo del ejército iraní conocido como “Qods Force”.
IRGC (Iranian Revolutionary Guard Cops) es un brazo del ejercito de Irán, señala el informe rendido por el agente del FBI encargado del caso, y es “sospechoso” de estar involucrado en varias operaciones en el extranjero.
“IRGC está compuesto por varias ramas, una de ellas es Qods Force. Qods Force coordina operaciones encubiertas sensibles en el extranjero, incluyendo ataques terroristas, asesinatos, secuestros, y provee armas y entrenamiento a terroristas iraníes y simpatizantes”, se afirma en la acusación penal.
Y se señala que de acuerdo a información oficial, el Departamento del Tesoro de EU había iniciado la búsqueda de Qods Force, con la orden ejecutiva número 13224, “por proveer material de soporte al Talibán y otras organizaciones terroristas”.
Para seguir con la trama, el narcoinformante mexicano le respondió a Arbabsiar que conocía el manejo del explosivo C-4, un material plástico que fácilmente se moldea y tiene “cierto grado de precisión”.
CAPÍTULO 2
1.5 MILLONES DE PESOS POR EL SAUDÍ
El segundo encuentro entre el presunto terrorista y el falso narco fue el 23 de junio de 2011.
En una serie de reuniones, Arbabsiar le dijo al supuesto narcotraficante que sus cómplices en Irán habían discutido sobre diversas misiones violentas que pensaban encargarle. Una de ellas era asesinar al embajador Al-Jubeir.
Pocos días después, ocurrió el tercer encuentro en territorio mexicano. Fue el 14 de julio.
De acuerdo a la información obtenida, se afirma que por instrucciones de funcionarios del gobierno de EU, a quienes el falso narco había informado lo que estaba ocurriendo, el narcoinformante comenzó a grabar las conversaciones que tenía con el presunto terrorista.
Llama la atención que un hombre relacionado con fuerzas tan sofisticadas como el Qods Force no se hubiera percatado de la trampa.
Según el contenido de las grabaciones que obran en el expediente penal, el narcoinformante mexicano le dijo al presunto terrorista que por lo menos iba a necesitar cuatro hombres para ejecutar el atentado.
Además, le informó que le iba a cobrar 1.5 millones de pesos por el trabajo. Una ganga por ejecutar a un embajador.
—Iré adelante y trabajaré en el saudita, y consigue toda la información que podamos —dijo el falso narco mexicano.
Después comenzaron a negociar el pago. El terrorista le preguntó que en qué banco quería el depósito, y el narcoinformante le dijo que después le daría el número de cuenta.
Arbabsiar le dijo que por el dinero no se preocupara, que no era un asunto personal, que el homicidio del embajador de Arabia Saudita era una cuestión política.
“El dinero está en Irán”, le explicó.
Durante ese encuentro, el descuidado Arbabsiar habló por teléfono con su primo, el militar iraní, para negociar el pago al falso narcotraficante mexicano.
En voz alta acordó que el primer pago sería de 100 mil dólares. El resto se le daría posteriormente.
El narcoinformante le preguntó a Arbabsiar por su primo. El aprendiz de terrorista le comentó que había salido en CNN en un programa llamado “Wanted in America”, y que era un “gran general en el ejército”.
Agregó que su primo trabajaba en otros países para el ejército de Irán, que no usaba pistola ni uniforme, y que estaba relacionado con ciertos actos vinculados a un bombazo en Iraq.
Las dos partes acordaron que el asesinato del embajador sería la primera encomienda.
CAPÍTULO 3
‘¿LO HAGO VOLAR O LE DISPARO?’
El 17 de julio de 2011, Arbabsiar se reunió por cuarta vez en México con el narcoinformante. En el expediente penal quedó asentado que ese encuentro también fue grabado.
—Mi muchacho está allá… él ya está en Washington —dijo el falso narco para ganar credibilidad mientras sacaba su computadora.
—Tengo esto en mi computadora, ¿es el sujeto que está aquí?
—¡Sí! Es él —respondió Arbabsiar.
El falso narcotraficante mexicano le dijo al presunto terrorista que ya había comenzado a investigar al diplomático árabe.
—Tiene como de siete a ocho personas de seguridad alrededor… él sale a comer como un par de veces a la semana a un restaurante, mi gente ya está allá haciendo la vigilancia.
Y, pensativo, añadió:
—No sé exactamente qué quiere tu primo que haga.
—Él quiere que mates al tipo.
—Va a haber gente americana en el restaurante. ¿Quieres que lo haga afuera o dentro del restaurante?
—No importa cómo lo hagas. Quiero decir, tú sabes, no tienes opción, ¿cierto?
En otro momento de esa plática, volvieron a hablar sobre la forma de asesinar a Al-Jubeir.
—Ellos quieren al tipo muerto, si cientos se van con él, ¡que se jodan! —señaló Arbabsiar.
—Voy a hacerlo volar o a dispararle, lo que ustedes quieran.
—Sí, eso no importa, lo que sea fácil para… como sea posible para ti.
Y continuó.
—Pégale en el restaurante, si puedes pegarle afuera, hazlo. Si no, pégale en el restaurante, está bien.
—Habrá como cien o ciento cincuenta (personas)… edificios al lado y senadores (que acostumbran cenar en el lugar) —dijo el falso narcotraficante.
—No hay problema, no es gran asunto.
El narcoinformante le dijo que necesitaba que el pago estuviera garantizado. Arbabsiar le aclaró que por el dinero no se preocupara, que no era un asunto personal, sino político.
—Esto es político, así que esta gente (sus cómplices en Irán)… va a pagar el gobierno, el gobierno está detrás de él —dijo Arbabsiar refiriéndose a su primo, el militar iraní.
—Él no va a pagar de su bolsillo.
Arbabsiar, quien por lo visto ya se sentía en confianza con el seudonarco, le contó que su primo y un amigo de su primo, Gholam Shakuri, habían pagado sus gastos para viajar a México y organizar el asesinato del embajador.
Arbabsiar salió de México el 23 de julio de 2011.
Y el 1 de agosto llegó el primer pago para el falso asesino a sueldo. Fueron 49 mil 960 dólares provenientes de una entidad extranjera, a través de un banco localizado en otro país, para depositar en una cuenta ubicada en un banco de Manhattan.
CAPÍTULO 4
‘EL CHEVROLET ESTÁ LISTO’
A principios de agosto de 2011, el narcotraficante llamó al presunto terrorista para preguntarle si ya estaba listo el segundo pago.
—Lo envié ayer —respondió Arbabsiar.
El depósito de otros 49 mil 960 dólares se hizo el 9 de agosto de 2011. Del mismo modo y a la misma cuenta de Nueva York.
A principios de septiembre, Arbabsiar habló por teléfono con el supuesto narcotraficante mexicano, conversación que fue grabada.
—¿El edificio está siendo pintado? —preguntó en clave al falso asesino a sueldo, refiriéndose a cómo iba la organización de la ejecución del embajador de Arabia Saudita en EU.
—Seguimos haciendo eso —respondió el narco impostor.
Arbabsiar le dijo que una vez que terminara ese trabajo, no tendría que preocuparse por nada, que él y sus cómplices le encargarían otros.
Al día siguiente, volvieron a hablar por teléfono. Arbabsiar le prometió que habría un pago extra una vez que estuviera muerto Al-Jubeir.
El 20 de septiembre, en una conversación grabada por el gobierno de EU, el narcoinformante le dijo al terrorista que estaba listo para matar al embajador.
—Estoy listo para… para la cosa, para la casa, hombre, para pintarla, pero necesito la otra mitad para poder terminar el trabajo.
—Yo voy a estar por allá en dos o tres días, voy a estar por allá… no esperes por mí, estate listo.
El 28 de septiembre fue el último día que Arbabsiar intentó ingresar a México, pero le fue negada la entrada y fue enviado al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, de Nueva York.
Ahí fue detenido luego de cinco meses de orquestar un peculiar complot para asesinar al embajador de Arabia Saudita en EU.
Ya no pudo cumplir su itinerario original: viajar a México a hablar con quien creía que era un narcotraficante y luego volar de regreso a Irán.
Varias horas después de su detención, Arbabsiar confesó todo al gobierno de Estados Unidos, y días después permitió que fuera grabada una conversación que sostuvo con uno de los autores intelectuales del atentado: Gholam Shakuri.
Arbabsiar, quien vivía en EU y presuntamente conocía a narcos mexicanos, declaró que a principios de la primavera de 2011, su primo lo invitó a trabajar para él. Su pariente, dijo, era un alto miembro del ejército iraní y formaba parte de Qods Force.
Fue justamente ese presunto funcionario de Irán quien le dijo a Arbabsiar que debía contratar a un narcotraficante de México para secuestrar al embajador de Arabia Saudita. Ése era el plan inicial.
“Porque la gente en ese negocio está dispuesta a cometer otras actividades criminales a cambio de dinero”, le dijo su primo.
A través de ese militar iraní, Arbabsiar conoció a Gholam Shakuri. Y se menciona en los documentos oficiales que hay un tercer funcionario de Irán involucrado en el presunto complot.