Muñeca fea:
La aparente sonrisa como acartonada mueca, la cordialidad fingida, las palabras en un solo e inamovible tono lanzadas como tarabilla. No se sale del guión. Le dan con un hacha y sigue simulando una sonrisa. Del último debate de los precandidatos presidenciales panistas, Josefina Vázquez fue quien perdió en la liza.
No sé si hayan ganado Cordero o Creel, pero lo cierto es que fue ella quien perdió rotundamente lo que sus panegiristas dicen –mostrando una tras otra encuesta– había ganado en los últimos meses.
Y es que, lo que proyecta la señora no es real. Todo es estudiado, repetido, falto de espontaneidad. Falso además.
He ahí, como ejemplo, el vergonzoso caso de su hija escondida que me vino a la mente cuando la escuché decir que más que a la Presidencia de la República aspira a ser matrona. Que porque se compromete a cuidar a los mexicanos como ha cuidado a su familia.
Recordé, sí, que a finales de 2006, cuando ella negociaba que Felipe Calderón le encargara la titularidad de la Secretaría de Gobernación, alguno de sus cercanos me dijo que si no recibía tal recompensa por los servicios que ella creía haber prestado a la campaña presidencial del michoacano, se retiraría de la política, y mejor volvería a atender su hogar pues, me confesó este amigo, una de sus hijas tenía problemas de obesidad mórbida muy probablemente provocadas por sentir que no recibía la atención materna suficiente.
A la señora Vázquez no le dieron Gobernación, pero sí la cartera de Educación, y luego la coordinación de la bancada panista en la que, según su contrincante Cordero, no hizo nada, sino estorbar. Y supongo que por tantas tareas más o menos públicas relegó a un segundo plano el problema familiar.
No fue sino hasta hace tres o cuatro meses que volví a rememorar el tema de la hija enferma. Y es que, como parte de su muy costosa precampaña, la señora Vázquez se hizo retratar con su familia en una de esas revistas que en España se llaman “del corazón” y que por acá deberían ser bautizadas con el nombre de alguna otra víscera. En la portada, ella al centro, su consorte y dos jovencitas un poco pasaditas de peso, pero ninguna de ellas con signos de haber padecido la terrible obesidad mórbida.
Pensé que quizá la habían sometido a un bypass gástrico. O la habían inscrito en el programa del Hospital ABC al que acudieron Poiré, De Swaan, Gómez Mont y hasta el fatídicamente fallecido Blake, y por medio del cual, “con licuaditos”, bajaron de peso casi súbitamente.
Ahí quedó el asunto, hasta que unas semanas después la misma revista publicó una edición especial sobre las familias de todos los aspirantes a “La Grande”. No sólo los panistas Cordero, Creel y Vázquez, también los priístas Beltrones y Peña, lo mismo que los perredistas AMLO y Ebrard.
Y en páginas interiores, otra fotografía. La de doña Josefina con la hija que no apareció en la portada aquella. Y sí, evidentemente, por la imagen de la jovencita ésta sigue manifestando una reacción al abandono maternal.
Muchos supimos hasta entonces que la señora Vázquez tiene tres y no nada más las dos hijas que sí presentó en la cubierta de la revista. Y la reacción de quienes entonces lo comentamos fue de indignación.
Josefina había escondido a su hija enferma. No la había incluido en la foto familiar que había llamado tanto la atención porque, por primera vez, aparecía públicamente su esposo.
Su esposo sí, pero no su hija.
¿La escondió en los rincones como a una “muñeca fea”? ¿No quiso que “le descompusiera” la foto? ¿Así cuida a su familia?
Detalle nimio, dirán algunos.
No es así. Muestra a la señora Vázquez en su propia naturaleza –que no es precisamente la del cuidado de su familia, como presumió entre sonrisas fingidas–, sino la de producto mercadológico, fake, con muy buena publicidad o propaganda, con una colorida y atractiva etiqueta, pero cuyo contenido no corresponde a lo que anuncia.
No sé si Cordero o Creel hayan ganado el debate previo a las elecciones internas del PAN este próximo domingo.
De lo que sí estoy cierto es que a la señora Vázquez la perdió su falsedad.